Pego un interesante artículo de Roberto Follari, investigador de la Universidad Nac. de Cuyo en la carrera de Ciencias Políticas y Soc.
Cobos es un político afortunado; nunca construyó una fuerza, pero siempre pivotéo sobre lo construido por otros. Inicialmente, Roberto Iglesias lo impulsó a la gobernación; el hoy vicepresidente lo dejó para enrolarse con el kirchnerismo. Como desconocido que iba bajo el nombre de Cristina, llegó a la vicepresidencia; allí vio aparecer el movimiento patronal-agrario opositor, con el cual se alió contra los que lo habían llevado al cargo.
Ahora se ha visto con el apoyo de ese complejo mediático-agrario que es la oposición, sin contar con un partido propio a nivel nacional. Para encontrar apoyo se ha aliado nuevamente al radicalismo, el cual le ha dado lugar a regañadientes, visto que no cuenta con ningún candidato propio con peso en la opinión pública. Como el radicalismo se había ya unido con Carrió, el exgobernador ha quedado incluido en una incómoda alianza con esa ya autoproclamada candidata para el 2009.
Cobos votó contra quienes lo habían elegido cuando el famoso “no positivo”, pero si ello estuvo bien o no, es fuertemente opinable; no era fácil decidir en esa circunstancia. En cambio, sí resulta reprochable haberse sumado inmediatamente a los adversarios de su propio gobierno -y de él mismo, hasta ese momento- para aprovechar la popularidad encontrada entre quienes detestaban a la posición política que él venía defendiendo (la Concertación ideada por Néstor Kirchner).
Más problemático resultó aún que no renunciara a su cargo de vicepresidente, al cual llegó con los votos de aquellos a los que ha dado la espalda. De hecho no ejerce tal vicepresidencia, pues no forma parte efectiva del gobierno al cual se supone que pertenece. Pero es notorio que ese lugar le sirve a los fines de hacer campaña y permanecer en la agenda mediática.
En su momento, Roberto Iglesias y Morales (actual presidente del radicalismo a nivel nacional) no ahorraron epítetos contra Cobos: “alcahuete del kirchnerismo”, “manejado por la billetera presidencial” eran algunos de los más habituales; ataques a los cuales solía sumarse Sanz, insólitamente presentado ahora en los carteles como “hombre de Cobos”. La UCR resentía haber llevado como candidato a alguien que luego decidió pasar a la Concertación, y entendió esa decisión como una deslealtad total a su mandato.
Como es sabido, lo mismo sintieron después la mayoría de compañeros de ruta de Cobos en la Concertación, abandonados súbitamente por quien se pasó a terreno adversario.
Al principio, en la UCR festejaron lo que creyeron era el regreso del hijo pródigo. Pero en estos días lo están repensando.
Al margen de las enormes cicatrices que dejó en el radicalismo –sobre todo a nivel provincial- el paso de Cobos por la Concertación, el cambiante vicepresidente ahora está propinando nuevos golpes a sus aliados. Con curiosa soltura, declara que “necesita el partido para que le dé respaldo, no para que le marque la agenda”. O sea, un partido al cual Cobos pertenezca, pero al cual no le deba compromiso alguno.
Es que tan extraña declaración –que muestra el perfil individualista de quien no ha transitado largamente la militancia partidaria-, viene luego de dos fuertes transgresiones a lo que podría esperarse de quien hace una alianza política. En provincia de Bs.Aires, primer distrito electoral argentino, tras poner algunos candidatos suyos en una lista única junto a los de la UCR y Carrió, planteó colectoras con candidatos propios (no consultados ni acordados con sus aliados) en listas aparte, en varios de los municipios de aquella provincia.
Tamaña afrenta a las condiciones de un acuerdo llevó a que la justicia electoral interviniera, por cierto que anulando al partido de Cobos (Confe) en esa provincia crucial. Es decir: la UCR tuvo que ir a la justicia electoral contra Cobos y sus seguidores. Esta vez, la UCR ganó. Pero fue un nuevo enfrentamiento UCR-Cobos, que se ha disimulado y desinformado cuidadosamente en nuestra provincia.
Pero no conforme, el exgobernador mendocino (aquel de los cinco ministros de seguridad, que perdió la elección posterior en Mendoza por sus problemas en esa área), decidió lanzarse a una reunión con De Narváez, increíblemente presentada como de “carácter institucional”. Allí Cobos daba apoyo a alguien que no se presentaba a la justicia el mismo día de su no-presentación, quien es a la vez un destacado adversario político de la alianza de la que forma parte.
Quizá a la población mayoritaria poco le importen estos rechazos a las condiciones elementales de la lealtad política; incluso a algunos podrían caerles bien. Son las paradojas de quienes hacen política apostando a no parecer políticos. Pero es un juego que a largo plazo se desgasta, porque se hace difícil ocultar la finalidad político-personal presente en las diferentes acciones. Entretanto, dentro de la provincia Fayad es el único que se ha animado a poner palabra clara a la situación, frente al silencio y disimulo mayoritarios.
Todo esto es una pena para quienes, en alguno de los momentos de la trayectoria cambiante de Cobos, hemos creído en su compromiso y su palabra. Y la pregunta es muy simple: ¿quiénes serán los próximos desencantados, sobre todo luego de las elecciones legislativas?
Cobos es un político afortunado; nunca construyó una fuerza, pero siempre pivotéo sobre lo construido por otros. Inicialmente, Roberto Iglesias lo impulsó a la gobernación; el hoy vicepresidente lo dejó para enrolarse con el kirchnerismo. Como desconocido que iba bajo el nombre de Cristina, llegó a la vicepresidencia; allí vio aparecer el movimiento patronal-agrario opositor, con el cual se alió contra los que lo habían llevado al cargo.
Ahora se ha visto con el apoyo de ese complejo mediático-agrario que es la oposición, sin contar con un partido propio a nivel nacional. Para encontrar apoyo se ha aliado nuevamente al radicalismo, el cual le ha dado lugar a regañadientes, visto que no cuenta con ningún candidato propio con peso en la opinión pública. Como el radicalismo se había ya unido con Carrió, el exgobernador ha quedado incluido en una incómoda alianza con esa ya autoproclamada candidata para el 2009.
Cobos votó contra quienes lo habían elegido cuando el famoso “no positivo”, pero si ello estuvo bien o no, es fuertemente opinable; no era fácil decidir en esa circunstancia. En cambio, sí resulta reprochable haberse sumado inmediatamente a los adversarios de su propio gobierno -y de él mismo, hasta ese momento- para aprovechar la popularidad encontrada entre quienes detestaban a la posición política que él venía defendiendo (la Concertación ideada por Néstor Kirchner).
Más problemático resultó aún que no renunciara a su cargo de vicepresidente, al cual llegó con los votos de aquellos a los que ha dado la espalda. De hecho no ejerce tal vicepresidencia, pues no forma parte efectiva del gobierno al cual se supone que pertenece. Pero es notorio que ese lugar le sirve a los fines de hacer campaña y permanecer en la agenda mediática.
En su momento, Roberto Iglesias y Morales (actual presidente del radicalismo a nivel nacional) no ahorraron epítetos contra Cobos: “alcahuete del kirchnerismo”, “manejado por la billetera presidencial” eran algunos de los más habituales; ataques a los cuales solía sumarse Sanz, insólitamente presentado ahora en los carteles como “hombre de Cobos”. La UCR resentía haber llevado como candidato a alguien que luego decidió pasar a la Concertación, y entendió esa decisión como una deslealtad total a su mandato.
Como es sabido, lo mismo sintieron después la mayoría de compañeros de ruta de Cobos en la Concertación, abandonados súbitamente por quien se pasó a terreno adversario.
Al principio, en la UCR festejaron lo que creyeron era el regreso del hijo pródigo. Pero en estos días lo están repensando.
Al margen de las enormes cicatrices que dejó en el radicalismo –sobre todo a nivel provincial- el paso de Cobos por la Concertación, el cambiante vicepresidente ahora está propinando nuevos golpes a sus aliados. Con curiosa soltura, declara que “necesita el partido para que le dé respaldo, no para que le marque la agenda”. O sea, un partido al cual Cobos pertenezca, pero al cual no le deba compromiso alguno.
Es que tan extraña declaración –que muestra el perfil individualista de quien no ha transitado largamente la militancia partidaria-, viene luego de dos fuertes transgresiones a lo que podría esperarse de quien hace una alianza política. En provincia de Bs.Aires, primer distrito electoral argentino, tras poner algunos candidatos suyos en una lista única junto a los de la UCR y Carrió, planteó colectoras con candidatos propios (no consultados ni acordados con sus aliados) en listas aparte, en varios de los municipios de aquella provincia.
Tamaña afrenta a las condiciones de un acuerdo llevó a que la justicia electoral interviniera, por cierto que anulando al partido de Cobos (Confe) en esa provincia crucial. Es decir: la UCR tuvo que ir a la justicia electoral contra Cobos y sus seguidores. Esta vez, la UCR ganó. Pero fue un nuevo enfrentamiento UCR-Cobos, que se ha disimulado y desinformado cuidadosamente en nuestra provincia.
Pero no conforme, el exgobernador mendocino (aquel de los cinco ministros de seguridad, que perdió la elección posterior en Mendoza por sus problemas en esa área), decidió lanzarse a una reunión con De Narváez, increíblemente presentada como de “carácter institucional”. Allí Cobos daba apoyo a alguien que no se presentaba a la justicia el mismo día de su no-presentación, quien es a la vez un destacado adversario político de la alianza de la que forma parte.
Quizá a la población mayoritaria poco le importen estos rechazos a las condiciones elementales de la lealtad política; incluso a algunos podrían caerles bien. Son las paradojas de quienes hacen política apostando a no parecer políticos. Pero es un juego que a largo plazo se desgasta, porque se hace difícil ocultar la finalidad político-personal presente en las diferentes acciones. Entretanto, dentro de la provincia Fayad es el único que se ha animado a poner palabra clara a la situación, frente al silencio y disimulo mayoritarios.
Todo esto es una pena para quienes, en alguno de los momentos de la trayectoria cambiante de Cobos, hemos creído en su compromiso y su palabra. Y la pregunta es muy simple: ¿quiénes serán los próximos desencantados, sobre todo luego de las elecciones legislativas?
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