Como nunca, las elecciones de hoy se jugarán en un doble terreno: el de las urnas primero, y el de la construcción mediática y política que comience a desplegarse ni bien los movileros de radio y televisión inicien sus coberturas.
El ciberespacio también será un escenario de combate: internet se reveló hace años como un espacio democratizador valioso, pero también como una fuente de nuevas confusiones y datos incomprobables o distorsivos. Tanto La Nación como Perfil invitaron a sus lectores a enviar material informativo sobre lo que suceda en sus lugares de votación a través de Twitter.
En la batalla por la construcción de los ganadores y perdedores, librada hasta último minuto en la guerra de encuestas, muchos se adjudicaron el triunfo y la derrota ajena. Al respecto, en los informativos de canal 13 ya existe una instrucción: “hablar de bancas perdidas por el oficialismo y no de porcentajes”. De hecho ésa es la línea en que viene trabajando hace días tanto ese canal como TN, bajo el zócalo/ consigna el nuevo Congreso. TN –como La Nación y Perfil– invitó a su audiencia a enviar material, lo que puede interpretarse como participación ciudadana lícita o como promoción de la paranoia política.
Estos pequeños dispositivos, como se ve, abarcan con cierta sutileza, la manera de manipular la información cuando existe un dispositivo de veda para influir sobre el votante. Se trata de operaciones mediáticas evidentes.
En primer lugar, porque los mensajes en las páginas web de supuestos lectores están planteados para tirar leña al fuego contra el kirchnerismo. Del mismo modo que el lema de un nuevo Congreso no es más que la evidente expresión de deseos de que el oficialismo pierda bancas.
Por otra parte, la campaña instalada por los medios concentrados en sintonía con alguna fuerza política de derecha sobre riesgos de “fraude” o “falta de boletas” es una manera de hacer verosímil cualquier denuncia, aunque ésta no surja de autoridades de mesa o electorales sino de los promotores de esas campañas.
El supuesto riesgo de fraude en la provincia de Buenos Aires, instalado tanto por Elisa Carrió como por Francisco de Narváez oculta una gran mentira: ambos tienen recursos legales para tener los fiscales que controlan el comicio. “Nunca estuve mejor en una elección”, fue la expresión literal repetida de Carrió respecto de la fiscalización, aunque también insistió en la necesidad de que los votantes lleven sus propias boletas y que sus fiscales participen del recuento hasta la hora que sea necesaria.
Lo cierto es que hoy, a lo largo del día, habrá que estar atentos, para alertar sobre el manejo intencionado en la cobertura de los medios más concentrados y para estar en comunicación con aquellos medios que sí están comprometidos en aportar transparencia al acto electoral.
Controles y fantasmas. Además de la fiscalización partidaria y los controles institucionales habituales, estas elecciones serán supervisadas también tanto por observadores de la OEA como por los de la Misión Internacional Electoral. Esa Misión está conformada por magistrados y delegados de organismos electorales iberoamericanos que fueron invitados por la Cámara Nacional Electoral y el gobierno argentino.
Pese a estos datos de contexto, la cobertura que hagan los medios puede inducir a estados de crispación o sospecha. Eso es precisamente lo que sucedió en las elecciones de 2007 cuando se produjeron demoras en los ritmos de votación, que a su vez ocasionaron superposiciones confusas en las instrucciones dictadas por distintos organismos y funcionarios respecto de la extensión de los horarios para sufragar.
Ese día, además de los habituales relatos de movileros que, ante dificultades en una mesa electoral, decían “el clima acá sigue tenso”, la discusión acerca de si iba a extenderse o no la votación por una hora llevó a un clima radial cercano a la exasperación.
A las 17.21 de ese domingo, por radio Continental, Magdalena Ruiz Guiñazú dijo respecto de lo que sucedía y de las denuncias aisladas de robo de boletas: “Estas historias me hacen acordar a los peores relatos de mi infancia cuando se hablaba del fraude patriótico de los conservadores, así llamado fraude patriótico, con aquello de que le pedían las libretas a la gente que era analfabeta y les decían: dame que vos ya votaste. Esa vergüenza nacional me parece que esta gente la está reeditando”. En aquellas elecciones de 2007 el oficialismo se impuso por más de 20 puntos a la segunda fuerza, una diferencia difícilmente adjudicable al robo de boletas.
Sin embargo, el efecto-lupa de los medios puede convertir un incidente aislado en una mesa electoral en título central, desechando el paisaje general de las cosas. De eso, entre muchas destrezas, se trata la construcción de realidad.
De qué vamos a hablar. Según pudo saber este diario en el sistema TN–Canal 13 los periodistas recibieron una serie de instrucciones sintetizables en un par de consignas: “No vamos a hablar de porcentajes sino de bancas perdidas”, “Vamos a hablar de oficialismo y oposición” (es decir presentando a la oposición como una masa de sentido compacta).
En radio Continental, el 60% de cuya facturación está relacionada con empresas del complejo sojero, el operativo de cobertura estará a cargo de Daniel López, un muy buen profesional de su medio y también un opositor entusiasta, el periodista más crítico del gobierno de esa emisora. Trabajadores de Continental dijeron a este diario que no creen que existan instrucciones específicas para los movileros porque “ya están marcados por el estilo de la radio, saben lo que tienen que buscar”.
Sus directivos, sin embargo, agitan por lo bajo el fantasma de “una severa reducción de personal”: verdadero o falso, el miedo a perder el trabajo es una buena manera de disciplinar a la línea editorial opositora.
A la modernidad en el uso de la red Twitter, quienes dirigen las coberturas tienen previsto sumar viejos folklores: el apuro por instalar bocas de urna confiables o no, el truco de adelantar los relojes –en el vértigo de la competencia de mercado para anticipar resultados presuntos, el apuro por adelantar como sea datos oficiales. Y, sea cual fuere el resultado, los grandes medios, enemigos de las modificaciones que se vendrán con el reemplazo de la ley de radiodifusión, ya bombardearon con “el retroceso del kirchnerismo” y “el avance de la oposición”.
Con esos latiguillos tratarán de construir la opinión cuando sean las 18.00 y termine la veda. En paralelo al recuento de votos, habrá una lucha –desigual mediáticamente– entre quienes informen y analicen con seriedad el escenario político y parlamentario y quienes tienen la predeterminación de devaluar y desgastar la verdadera participación ciudadana.
El ciberespacio también será un escenario de combate: internet se reveló hace años como un espacio democratizador valioso, pero también como una fuente de nuevas confusiones y datos incomprobables o distorsivos. Tanto La Nación como Perfil invitaron a sus lectores a enviar material informativo sobre lo que suceda en sus lugares de votación a través de Twitter.
En la batalla por la construcción de los ganadores y perdedores, librada hasta último minuto en la guerra de encuestas, muchos se adjudicaron el triunfo y la derrota ajena. Al respecto, en los informativos de canal 13 ya existe una instrucción: “hablar de bancas perdidas por el oficialismo y no de porcentajes”. De hecho ésa es la línea en que viene trabajando hace días tanto ese canal como TN, bajo el zócalo/ consigna el nuevo Congreso. TN –como La Nación y Perfil– invitó a su audiencia a enviar material, lo que puede interpretarse como participación ciudadana lícita o como promoción de la paranoia política.
Estos pequeños dispositivos, como se ve, abarcan con cierta sutileza, la manera de manipular la información cuando existe un dispositivo de veda para influir sobre el votante. Se trata de operaciones mediáticas evidentes.
En primer lugar, porque los mensajes en las páginas web de supuestos lectores están planteados para tirar leña al fuego contra el kirchnerismo. Del mismo modo que el lema de un nuevo Congreso no es más que la evidente expresión de deseos de que el oficialismo pierda bancas.
Por otra parte, la campaña instalada por los medios concentrados en sintonía con alguna fuerza política de derecha sobre riesgos de “fraude” o “falta de boletas” es una manera de hacer verosímil cualquier denuncia, aunque ésta no surja de autoridades de mesa o electorales sino de los promotores de esas campañas.
El supuesto riesgo de fraude en la provincia de Buenos Aires, instalado tanto por Elisa Carrió como por Francisco de Narváez oculta una gran mentira: ambos tienen recursos legales para tener los fiscales que controlan el comicio. “Nunca estuve mejor en una elección”, fue la expresión literal repetida de Carrió respecto de la fiscalización, aunque también insistió en la necesidad de que los votantes lleven sus propias boletas y que sus fiscales participen del recuento hasta la hora que sea necesaria.
Lo cierto es que hoy, a lo largo del día, habrá que estar atentos, para alertar sobre el manejo intencionado en la cobertura de los medios más concentrados y para estar en comunicación con aquellos medios que sí están comprometidos en aportar transparencia al acto electoral.
Controles y fantasmas. Además de la fiscalización partidaria y los controles institucionales habituales, estas elecciones serán supervisadas también tanto por observadores de la OEA como por los de la Misión Internacional Electoral. Esa Misión está conformada por magistrados y delegados de organismos electorales iberoamericanos que fueron invitados por la Cámara Nacional Electoral y el gobierno argentino.
Pese a estos datos de contexto, la cobertura que hagan los medios puede inducir a estados de crispación o sospecha. Eso es precisamente lo que sucedió en las elecciones de 2007 cuando se produjeron demoras en los ritmos de votación, que a su vez ocasionaron superposiciones confusas en las instrucciones dictadas por distintos organismos y funcionarios respecto de la extensión de los horarios para sufragar.
Ese día, además de los habituales relatos de movileros que, ante dificultades en una mesa electoral, decían “el clima acá sigue tenso”, la discusión acerca de si iba a extenderse o no la votación por una hora llevó a un clima radial cercano a la exasperación.
A las 17.21 de ese domingo, por radio Continental, Magdalena Ruiz Guiñazú dijo respecto de lo que sucedía y de las denuncias aisladas de robo de boletas: “Estas historias me hacen acordar a los peores relatos de mi infancia cuando se hablaba del fraude patriótico de los conservadores, así llamado fraude patriótico, con aquello de que le pedían las libretas a la gente que era analfabeta y les decían: dame que vos ya votaste. Esa vergüenza nacional me parece que esta gente la está reeditando”. En aquellas elecciones de 2007 el oficialismo se impuso por más de 20 puntos a la segunda fuerza, una diferencia difícilmente adjudicable al robo de boletas.
Sin embargo, el efecto-lupa de los medios puede convertir un incidente aislado en una mesa electoral en título central, desechando el paisaje general de las cosas. De eso, entre muchas destrezas, se trata la construcción de realidad.
De qué vamos a hablar. Según pudo saber este diario en el sistema TN–Canal 13 los periodistas recibieron una serie de instrucciones sintetizables en un par de consignas: “No vamos a hablar de porcentajes sino de bancas perdidas”, “Vamos a hablar de oficialismo y oposición” (es decir presentando a la oposición como una masa de sentido compacta).
En radio Continental, el 60% de cuya facturación está relacionada con empresas del complejo sojero, el operativo de cobertura estará a cargo de Daniel López, un muy buen profesional de su medio y también un opositor entusiasta, el periodista más crítico del gobierno de esa emisora. Trabajadores de Continental dijeron a este diario que no creen que existan instrucciones específicas para los movileros porque “ya están marcados por el estilo de la radio, saben lo que tienen que buscar”.
Sus directivos, sin embargo, agitan por lo bajo el fantasma de “una severa reducción de personal”: verdadero o falso, el miedo a perder el trabajo es una buena manera de disciplinar a la línea editorial opositora.
A la modernidad en el uso de la red Twitter, quienes dirigen las coberturas tienen previsto sumar viejos folklores: el apuro por instalar bocas de urna confiables o no, el truco de adelantar los relojes –en el vértigo de la competencia de mercado para anticipar resultados presuntos, el apuro por adelantar como sea datos oficiales. Y, sea cual fuere el resultado, los grandes medios, enemigos de las modificaciones que se vendrán con el reemplazo de la ley de radiodifusión, ya bombardearon con “el retroceso del kirchnerismo” y “el avance de la oposición”.
Con esos latiguillos tratarán de construir la opinión cuando sean las 18.00 y termine la veda. En paralelo al recuento de votos, habrá una lucha –desigual mediáticamente– entre quienes informen y analicen con seriedad el escenario político y parlamentario y quienes tienen la predeterminación de devaluar y desgastar la verdadera participación ciudadana.
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