Estos testimonios están tomados de la excelente entrevista que le hicieron Claude Lanzmann, redactor de Los Tiempos Modernos, la revista fundada por Sartre, y Madeleine Gobeil, para Radio Canadá y que por estos días emite el canal Encuentro.
El mundo alrededor:
“Sí, hay una relación con el mundo en la manera en que vivo. No me limito a firmar un manifiesto, y después a pensar en otra cosa, sino que existe una voluntad de liberación. Para mí, escribir mis memorias no era solamente hablar de mí, era hablar a fondo de mi época. Se me ha reprochado el haber pasado tanto tiempo escribiendo una autobiografía, y se me ha dicho que yo era una narcisista o bien una egocéntrica. Pienso que ese reproche es falso, porque si quise hablar de mí misma es para dar testimonio sobre mi época y sobre una cantidad de cosas que van más allá de mí. Por ejemplo, pienso que es interesante, en una época de transición en la que la condición de la mujer pasa por un momento difícil, mostrar cómo vivía una mujer de esa época. Pero, de manera más general, pienso que era interesante mostrar cómo había vivido alguien de esa época.
Por ejemplo. Cuento que un día, yendo en auto con unos amigos, vi pasar por el cielo el primer Sputnik. Que yo haya visto pasar el Sputnik en ese momento es un hecho trivial. Pero pienso que a la gente que viva en el futuro podría interesarle saber, a través de mi libro, o a través de otros libros, qué sentimos nosotros, la gente de este siglo, frente al primer Sputnik, y cómo vivimos esa aventura.”
El mundo del trabajo:
“En el trabajo, a las mujeres no se las contrata de muy buen grado. Es difícil que pueda conseguir un puesto importante. Y si lo consigue, será considerada como menos importante, aunque llegue a ser jefe. Será considerada como un subjefe, hace el trabajo de un jefe, pero se le paga como a un subjefe. Es muy desalentador para una mujer que trabaja saber que, excepto en casos excepcionales, nunca llegará a hacer una gran carrera, porque los hombres la oprimen, y porque las mismas mujeres, en la medida en que se trate de una clientela, no le tienen tanta confianza como se la tienen a los hombres.”
Detrás de todo gran hombre:
“Si la mujer está despolitizada, despolitiza al hombre. Eso es importante, porque siempre la emancipación de la mujer ha estado unida a la emancipación social. Cuando en Estados Unidos hubo un gran movimiento contra la segregación racial, en el siglo XIX, hubo al mismo tiempo un gran movimiento feminista.”
La cocina:
“Como se trata de una sociedad de consumo, se condiciona a la mujer para que sea una consumidora. Y la consumidora ideal sería una mujer instruida, que se había preparado para estudiar, para trabajar, para tener una carrera, y que luego se encontró encerrada en la cocina. Y entonces, se la persuade de que se puede ser una mujer creadora haciendo una torta y lavando la ropa, y se la condiciona para que compre más y más cosas.”
Mi vida:
“Nunca pensé que había fracasado en mi vida, estoy contenta de mi vida, y creo que si tomamos las palabras de Goethe, en el sentido de que una buena vida es aquella en la que los sueños de juventud se ven realizados en la madurez, entonces he triunfado en la vida. Simplemente, hay un momento en el que uno examina reflexivamente su vida, y se da cuenta de que una vida exitosa puede ser un fracaso. Porque una vida no es algo que se pueda tomar entre las manos, poseerla, contemplarla. Una vida no es algo que se pueda tener. El futuro, visto como futuro, es una síntesis imposible entre los deseos que se tienen para uno mismo. Y si reproducimos las cosas que dijimos que íbamos a hacer; si pisamos exactamente en los senderos en donde quisimos, y los senderos son los que uno había proyectado, aun así, eso no impide que este paseo que hacemos en el presente, y que va a quedar fijado en el pasado, no sea el paseo que imaginamos y que soñamos cuando lo proyectábamos.”
Los felices:
“Creo que la gente que ama la vida, que aprecia la felicidad, es la misma gente para quien la muerte y la infelicidad son cosas intolerables. Hay gente que vive siempre en una especie de zona gris entre dos aguas. No tienen mucho interés por la vida y tampoco les parece tan horrible morir. Lo mismo se aplica a aquellos para quienes la vida es una especie de largo padecer. No tienen ni el aprecio por la felicidad ni el sentido de la desdicha. Creo que porque tengo un aprecio por la vida tan grande, tengo el sentido de la infelicidad, y la infelicidad me parece algo trágico. Aunque cuando se envejece las dos se mezclan un poco más, las alegrías son menos vivas, y el sentido de la muerte es menos trágico, porque se ha terminado por comprender que hay que aceptarlo, y que, después de todo, es la única solución.”
Memorias de una joven formal:
“Bastante temprano en mi vida, yo ya había decidido escribir el primer tomo. Porque quería preservar mi infancia, mi juventud. Hay una diferencia tan grande entre la vida adulta y la vida de la infancia, de la adolescencia, que a veces se tiene la impresión de haber enterrado a la niña y la joven que hemos sido. Y entonces me parecía que era un deber que tenía para con ella, el de volverla a la vida. Sobre todo porque hubo momentos de mi adolescencia que fueron muy dolorosos, incluyendo la muerte de mi mejor amiga, de una manera trágica. Así que yo quería hacerle justicia, a la vez a mí misma y a esta amiga, y a todo lo que había sido esa infancia y esa juventud.
Era un proyecto que venía de muy lejos. Podría decir que sólo escribí mis otros libros para poder tener el derecho de escribir esta historia, porque si yo hubiera sido una persona desconocida, contar mis inicios no habría tenido ningún sentido. ”
Las mujeres:
“La situación actual no es nada buena para las mujeres. Incluso creo que es peor que cuando escribí El segundo sexo. Cuando escribí El segundo sexo tenía una gran esperanza en que la condición de las mujeres iba a cambiar. Es lo que digo en el final del libro. “Espero que algún día este libro esté perimido.” Y por desgracia, no lo está. Se dice que está perimido, pero por las razones inversas. Yo creo que las mujeres tienen que lograr una emancipación radical, total, que las haga realmente iguales a los hombres, y esta emancipación sólo puede lograrse a través del trabajo. Es necesario que las mujeres trabajen de manera universal. Que el trabajar sea igual de normal para ellas para que las mujeres puedan sentirse, profundamente, iguales a los hombres tanto en el plano intelectual como en el plano psicológico y moral. Sólo así podrá conseguirlo, y tener responsabilidades económicas, políticas y sociales equivalentes.”
La doble vida de la mujer:
“Las mujeres, lo que es trágico en el caso de las obreras, que tienen vidas y trabajos difíciles, también tienen que ocuparse de todas las tareas de la casa ellas solas. Una mujer que ha trabajado ocho horas en una fábrica y vuelve a su casa a la noche, tiene que ocuparse de los chicos, de la casa, de la cocina y de las compras, y tiene que hacer durante cuatro horas el trabajo de la casa, además del trabajo profesional. Es una cosa agobiante que la lleva al borde de la depresión nerviosa, y que le impide hacer con placer ninguno de los dos trabajos, ni el de la casa, ni el de la fábrica u oficina.”
El mundo alrededor:
“Sí, hay una relación con el mundo en la manera en que vivo. No me limito a firmar un manifiesto, y después a pensar en otra cosa, sino que existe una voluntad de liberación. Para mí, escribir mis memorias no era solamente hablar de mí, era hablar a fondo de mi época. Se me ha reprochado el haber pasado tanto tiempo escribiendo una autobiografía, y se me ha dicho que yo era una narcisista o bien una egocéntrica. Pienso que ese reproche es falso, porque si quise hablar de mí misma es para dar testimonio sobre mi época y sobre una cantidad de cosas que van más allá de mí. Por ejemplo, pienso que es interesante, en una época de transición en la que la condición de la mujer pasa por un momento difícil, mostrar cómo vivía una mujer de esa época. Pero, de manera más general, pienso que era interesante mostrar cómo había vivido alguien de esa época.
Por ejemplo. Cuento que un día, yendo en auto con unos amigos, vi pasar por el cielo el primer Sputnik. Que yo haya visto pasar el Sputnik en ese momento es un hecho trivial. Pero pienso que a la gente que viva en el futuro podría interesarle saber, a través de mi libro, o a través de otros libros, qué sentimos nosotros, la gente de este siglo, frente al primer Sputnik, y cómo vivimos esa aventura.”
El mundo del trabajo:
“En el trabajo, a las mujeres no se las contrata de muy buen grado. Es difícil que pueda conseguir un puesto importante. Y si lo consigue, será considerada como menos importante, aunque llegue a ser jefe. Será considerada como un subjefe, hace el trabajo de un jefe, pero se le paga como a un subjefe. Es muy desalentador para una mujer que trabaja saber que, excepto en casos excepcionales, nunca llegará a hacer una gran carrera, porque los hombres la oprimen, y porque las mismas mujeres, en la medida en que se trate de una clientela, no le tienen tanta confianza como se la tienen a los hombres.”
Detrás de todo gran hombre:
“Si la mujer está despolitizada, despolitiza al hombre. Eso es importante, porque siempre la emancipación de la mujer ha estado unida a la emancipación social. Cuando en Estados Unidos hubo un gran movimiento contra la segregación racial, en el siglo XIX, hubo al mismo tiempo un gran movimiento feminista.”
La cocina:
“Como se trata de una sociedad de consumo, se condiciona a la mujer para que sea una consumidora. Y la consumidora ideal sería una mujer instruida, que se había preparado para estudiar, para trabajar, para tener una carrera, y que luego se encontró encerrada en la cocina. Y entonces, se la persuade de que se puede ser una mujer creadora haciendo una torta y lavando la ropa, y se la condiciona para que compre más y más cosas.”
Mi vida:
“Nunca pensé que había fracasado en mi vida, estoy contenta de mi vida, y creo que si tomamos las palabras de Goethe, en el sentido de que una buena vida es aquella en la que los sueños de juventud se ven realizados en la madurez, entonces he triunfado en la vida. Simplemente, hay un momento en el que uno examina reflexivamente su vida, y se da cuenta de que una vida exitosa puede ser un fracaso. Porque una vida no es algo que se pueda tomar entre las manos, poseerla, contemplarla. Una vida no es algo que se pueda tener. El futuro, visto como futuro, es una síntesis imposible entre los deseos que se tienen para uno mismo. Y si reproducimos las cosas que dijimos que íbamos a hacer; si pisamos exactamente en los senderos en donde quisimos, y los senderos son los que uno había proyectado, aun así, eso no impide que este paseo que hacemos en el presente, y que va a quedar fijado en el pasado, no sea el paseo que imaginamos y que soñamos cuando lo proyectábamos.”
Los felices:
“Creo que la gente que ama la vida, que aprecia la felicidad, es la misma gente para quien la muerte y la infelicidad son cosas intolerables. Hay gente que vive siempre en una especie de zona gris entre dos aguas. No tienen mucho interés por la vida y tampoco les parece tan horrible morir. Lo mismo se aplica a aquellos para quienes la vida es una especie de largo padecer. No tienen ni el aprecio por la felicidad ni el sentido de la desdicha. Creo que porque tengo un aprecio por la vida tan grande, tengo el sentido de la infelicidad, y la infelicidad me parece algo trágico. Aunque cuando se envejece las dos se mezclan un poco más, las alegrías son menos vivas, y el sentido de la muerte es menos trágico, porque se ha terminado por comprender que hay que aceptarlo, y que, después de todo, es la única solución.”
Memorias de una joven formal:
“Bastante temprano en mi vida, yo ya había decidido escribir el primer tomo. Porque quería preservar mi infancia, mi juventud. Hay una diferencia tan grande entre la vida adulta y la vida de la infancia, de la adolescencia, que a veces se tiene la impresión de haber enterrado a la niña y la joven que hemos sido. Y entonces me parecía que era un deber que tenía para con ella, el de volverla a la vida. Sobre todo porque hubo momentos de mi adolescencia que fueron muy dolorosos, incluyendo la muerte de mi mejor amiga, de una manera trágica. Así que yo quería hacerle justicia, a la vez a mí misma y a esta amiga, y a todo lo que había sido esa infancia y esa juventud.
Era un proyecto que venía de muy lejos. Podría decir que sólo escribí mis otros libros para poder tener el derecho de escribir esta historia, porque si yo hubiera sido una persona desconocida, contar mis inicios no habría tenido ningún sentido. ”
Las mujeres:
“La situación actual no es nada buena para las mujeres. Incluso creo que es peor que cuando escribí El segundo sexo. Cuando escribí El segundo sexo tenía una gran esperanza en que la condición de las mujeres iba a cambiar. Es lo que digo en el final del libro. “Espero que algún día este libro esté perimido.” Y por desgracia, no lo está. Se dice que está perimido, pero por las razones inversas. Yo creo que las mujeres tienen que lograr una emancipación radical, total, que las haga realmente iguales a los hombres, y esta emancipación sólo puede lograrse a través del trabajo. Es necesario que las mujeres trabajen de manera universal. Que el trabajar sea igual de normal para ellas para que las mujeres puedan sentirse, profundamente, iguales a los hombres tanto en el plano intelectual como en el plano psicológico y moral. Sólo así podrá conseguirlo, y tener responsabilidades económicas, políticas y sociales equivalentes.”
La doble vida de la mujer:
“Las mujeres, lo que es trágico en el caso de las obreras, que tienen vidas y trabajos difíciles, también tienen que ocuparse de todas las tareas de la casa ellas solas. Una mujer que ha trabajado ocho horas en una fábrica y vuelve a su casa a la noche, tiene que ocuparse de los chicos, de la casa, de la cocina y de las compras, y tiene que hacer durante cuatro horas el trabajo de la casa, además del trabajo profesional. Es una cosa agobiante que la lleva al borde de la depresión nerviosa, y que le impide hacer con placer ninguno de los dos trabajos, ni el de la casa, ni el de la fábrica u oficina.”
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