Para escribir un panegírico o bien te pagan o bien te extorsionan. En última instancia es una forma de someterse a una dirección, en este caso al comando del zar de los multimedios, Don Héctor.
“Magnetto hablando ante sus principales periodistas (ver página 2) parece haber lucido como un veterano general que, con las cicatrices del paso del tiempo, cautivó a muchos de sus lugartenientes que ni siquiera lo conocían.”
Hay que ser bastante obsecuente con el autor de un crimen para decir que la revelación de su pasado se reduce a una desventura. Predicar esto respecto del apoderamiento de Papel Prensa y el encubrimiento de la supuesta apropiación de chicos por parte de la dueña de Clarín, no son desventuras, son los crímenes que emparentan al CEO con la matriz del horror que no sólo justificó el Terrorismo de Estado, sino que fue cómplice y hasta en algunos casos lo planificó. Decirlo, además, después de alegar haber sido víctima de la represión, pese a la trayectoria de la Revista La Semana (predecesora de Noticias), es algo más que el Síndrome de Estocolmo, es tal vez una masiva dosis de hipocresía y perversión en el mismo frasco, que procede además, a legitimar esta lectura del vídeo, que se contrapone con lo que se ve, en forma abierta y evidente. Un divorcio de la realidad irreconciliable.
“El argumento kirchnerista sobre que los guantes de box y cascos que Moreno repartió durante la reunión eran un chiste, o que “finalmente nadie salió herido”, o que “se horrorizan por tan poco y no por las torturas que sufrieron los anteriores accionistas durante la dictadura”, son maniqueos, primitivos y salvajes. Eventuales crímenes mayores no justifican otros menores y las amenazas de violencia son una forma de violencia, más inadmisibles aún proviniendo de funcionarios del Estado. Si algunos de los accionistas de Papel Prensa hubieran cometido delitos, deberían ser los jueces y no una patota del Gobierno quienes los escarmentaran.”
Pero un periodista entrenado como Fontevecchia en justificar lo injustificable puede salir airoso en este trance y defender al indefendible de Magnetto, al fin y al cabo hace unos treinta años también defendía bestialidades y desacreditaba a los que denunciaban, siendo él uno de aquellos que se reivindicaban como “derechos y humanos
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