por Raúl Carrizo
El 14 de mayo de 1980 en la República de el Salvador en la aldea “la Arada” la guardia nacional de ese país con dos helicópteros y la ayuda del grupo paramilitar llamado “orden” dispararon contra la gente indefensa. Antes torturaron y violaron a mujeres luego les dieron el tiro de gracia. Niños de pecho fueron lanzados al aire para hacer blanco. Aquel día 600 cadáveres fueron dejados a la intemperie y fueron comidos por perros y zopilotes, otros, quedaron flotando en el río.
Mucho antes, el 21 de diciembre de 1942 el ejército boliviano apañado por la empresa minera “Patiño Mines” lanza granadas de morteros y balas a una manifestación de 10.000 trabajadores con sus familias en la llamada “masacre de Catavi”, donde cayeron asesinados más de 300 personas .
Más acá, el 16 de marzo de 1968 en Vietnam un pelotón de la “compañía C” del ejército norteamericano entró a la aldea de “My lai” donde asesinó a ancianos, mujeres y niños. Varios testigos vieron a los soldados quienes luego de violar a las mujeres, y asesinarlas, clavaron sus bayonetas en los bebés que tenían sus madres en sus brazos .
El ejército y el gobierno de los estados unidos ocultaron la masacre de “My Lai” durante un año hasta que la misma prensa de ese país fue desenmascarando lo que el pueblo vietnamita jamás olvidó. Hoy los carteles de ese pueblo victorioso contra el invasor nombran el lugar e indican los nombres de las 500 víctimas.
Nada que envidiar los relatos de la muerte engendrados por la gestapo nazi o las camisas pardas alemanas en los territorios ocupados durante la “2da. Guerra mundial”.
Uno de ellos, jefe de la gestapo alemana en la Francia ocupada vivió en Bolivia y fue responsable de torturas y asesinatos (su antiguo oficio) durante décadas. Su nombre: Klaus Barbie.
Su marca registrada era el tiro en la nuca y la tortura.
Fue deportado a Francia bajo 8 cargos entre los que se cuentan torturas, secuestros, fusilamientos masivos de rehenes, deportaciones a campos de concentración de personas de origen judío incluyendo niños.
Fue protegido de la CIA, asesor del ejército golpista boliviano. Fue el organizador de las fuerzas paramilitares bolivianas que protegieron a los narcotraficantes durante décadas. Entre tantas víctimas en 1980 cayó desaparecido, torturado y luego asesinado con un tiro en la nuca, el sacerdote jesuita Luis Espinal .
Todos estos asuntos no son atemporales. Tienen marcas socio históricas, que testimonian la brutalidad ejercida en esta tierra.
La brutalidad del Salvador tiene siniestras relaciones con el genocidio argentino ya que fueron asesores argentinos quienes los entrenaron en nefastas prácticas a militares y paramilitares del continente.
Eso si, ya habían sido entrenados por las fuerzas norteamericanas como el genocida Antonio Domingo Bussi en las prácticas de asesinato en Vietnam.
Como ellos trataron sistemáticamente de lograr la impunidad y ocultar sus crímenes contra la humanidad.
Pero así como en Bolivia, la historia marca de sangre los años, “Catavi” es la fecha donde el pueblo boliviano empieza una de sus tantas revoluciones para mejorar con justicia social su vida.
Esta vez el pueblo de esta América del sur reconoce una subjetividad naciente al derecho legítimo que no era reconocido totalmente hace más de 500 años, 500 años de masacres, trabajos de esclavos, comunidades diezmadas por hambre, torturados por ser indios, masacrados por ser rebeldes, mediante gobiernos racistas tanto como los nazis, pero más locales, más cínicos aduciendo incultura o inferioridad.
Este 11 de setiembre se cometió otro crimen contra la humanidad en esta bendita tierra, más de 30 campesinos que marchaban en la localidad del “Porvenir” contra la violencia ejercida por el prefecto Leopoldo Fernández del departamento de Pando fueron acribillados con ametralladoras. Existen muchos desaparecidos. Todos los criminales son personajes en búsqueda de actor, el mismo racismo, la masacre que se repite. Hace mucho tiempo que el imperio da rienda suelta a figuras de su talante, en virtud de beneficios económicos, petróleo, agua, soja…
Ante tanta atrocidad las Madres de Plaza de Mayo afirman: “El imperio del norte es terrorista y como tal procede. Nuestros pueblos están unidos por amor a su patria, a sus ancestros, estamos unidos por amor a la vida.
El imperio está siempre atado a los genocidios y a la muerte”.
Nosotros decimos LA VIDA VENCERÁ.
Desde Tucumán, NI UN PASO ATRÁS.
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