una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago...
Hay un niño en la calle.
Armando Tejada Gómez
La violenta agresión al Fiscal Enrique Lazzari y al Secretario de Seguridad municipal Reynaldo Simone debería ponernos a reflexionar sobre el tipo de sociedad que estamos creando o permitiendo crear. No es la indignación lo que mueve a la "gente" o al menos no simplemente indignación, es una clase de fenómeno de masas por el cual los integrantes del grupo se potencian unos a otros para realizar un acto de salvajismo, alimentados además por la morbosidad de las cámaras de televisión y los flashes de los fotógrafos.
Fenómenos de esta naturaleza se vienen repitiendo desde un tiempo incontable hasta la fecha, cuando el movilero coloca el micrófono ante la víctima o sus familiares generalmente presas de una gran conmoción, la cámara se lo traga, se alimenta, el movilero persiste en la búsqueda de alguna respuesta grotesca, hija del dolor y del odio, hasta que su ingenua presa, acorralada se entrega y ofrece lo que el movilero fue a cazar, morbo fresco, caliente, directo al sistema límbico de la tribuna que espera ansiosa.
Es necesario comprender que el humanismo y los avances socio-culturales son un estadio de evolución, una búsqueda incesante y frágil por asegurarnos una existencia más racional, más benéfica para el conjunto de la sociedad, lo que nos ha llevado al progresivo reconocimiento de derechos, la eliminación de discriminaciones, etc. Esto no implica sostener una visión hobbesiana de la sociedad, al contrario es natural la tendencia al bienestar, pero esa tendencia puede ser estimulada en uno u otro sentido, infringiéndonos la idea de que nuestra supervivencia exige el sacrificio de otros, o entendiendo que cuanta más cooperación entre unos y otros establezcamos tenemos más oportunidades de vivir mejor. La cultura no es un universo homogéneo y una y otra visión se posicionan a lo largo de la historia en distintas corrientes y encarnan a veces muy cruelmente en alguna filosofía, ideología, tendencia o partido, como en el darwinismo social o el nazismo. Hay sin embargo formas larvadas, sombras de sombras que amenazan desde algunos rincones, resabios de un remoto pasado, a veces no tan remoto.
Vimos fuertemente con el conflicto del campo desarrollarse desde los medios una línea de pensamiento, pretendidamente objetiva, que sin embargo traslucía esta visión, esta lógica individualista y primitiva, este sentido común que formatea el pensamiento de vastos sectores de la población, que se tradujo en frases imborrables como "se va la gente llegan los piqueteros".
Asistimos a la estrategia de desenpolvar viejas reliquias decimonónicas con la pretensión de la patronal rural de ser el bastión de la economía y la nacionalidad argentina, el mito del "granero del mundo", la exaltación del gaucho y el chacarero, figuras que en la verdadera historia, no la ficcionada de la Mesa de Enlace, fueron sujetos marginados y perseguidos por el poder que encarnaban los dueños del latifundio, padres y fundadores de la SRA.
Después de la caída de la 125, merced al voto no positivo del vicepresidente, acto que no debe tener precedentes, ya que la renuncia de Chacho Álvarez fue infinitamente más digna, el objetivo de los medios se centró en el tema de la inseguridad. Allí la repetición juega un papel central, un homicidio, por obra y gracia del switcher master se convierte en 50, una violación (el delito que más rinde a la hora de manipular, por afectar la esfera de la libertad sexual) se transforma en 100, el miedo se multiplica exponencialmente y con el miedo, el micrófono se regodea en un festival de expresiones bárbaras, atolondradas, insalubres para cualquier estado de derecho, que no merecen ni la más mínima reprobación por parte del periodista o del comentarista, porque las exculpa el dolor de una pérdida, sin embargo ni al movilero ni al que se encuentra en el piso los afecta esa excusa, ni al que escribe la crónica en su despacho frío y distante, ni al que horas más tarde o días después se le pide una reflexión sobre el hecho. Ahí no hay pasión hay especulación.
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Nos vemos