En Mendoza tras el conflicto, plantaciones enteras de repollo, zapallo y tomate tuvieron que ser desechadas. A estas pérdidas se sumaron las provocadas por las lluvias. La experiencia de tres chacareros que producen en el “cinturón verde”. (Por Zulema Usach - Foto: Claudio Gutiérrez)
El centro de acopio El Pobre Willy (Los Alamos) perdió cerca de 46.000 kg de tomates en dos camiones que quedaron varados.
El ala de la chupalla parece quedarle chica a Juan Zelaya cuando el sol del mediodía pega con furia sobre la tierra húmeda. Entre surcos arados y cultivos a punto de ser arrancados, el hombre no da tregua al cansancio y avanza a paso lento por el campo con su torso muy cerca del suelo. A su alrededor, las plantas de repollo, lechuga y zapallo aparecen ordenadas simétricamente en el tramo de campo que cuida desde hace ocho años junto de su familia. Es que, para él, lograr una buena cosecha se ha transformado en la razón de su vida y desde hace ya mucho tiempo conoce la crudeza de las heladas, el granizo o las lluvias.
Pero esta vez no fue la naturaleza la que le arrebató buena parte de sus plantaciones. Ocurre que el paro que durante 21 días llevaron adelante las organizaciones nacionales del campo no sólo hizo que los cortes de ruta provocaran el desabastecimiento de productos básicos en las góndolas de los grandes y pequeños mercados del país. En la base de la cadena de distribución agraria local, los propietarios y trabajadores de chacras mendocinas más pequeñas también sufrieron las consecuencias.
El miércoles pasado, la situación en el contexto nacional dio un giro parcial. La medida de fuerza que tuvo en vilo a los argentinos tendrá una tregua por un mes tras el acuerdo momentáneo logrado entre el Gobierno y las entidades rurales. Pero hoy, cuando las góndolas comienzan a poblarse nuevamente, poco es lo que rescatan como beneficio de días anteriores los pequeños agricultores mendocinos.
Es que más allá de la diversidad de criterios y opiniones, la mayoría coincide en que sus actividades se vieron resentidas y no tuvieron otra opción que desechar las hortalizas de estación que no pudieron ser destinadas al consumo interno, pero tampoco llegaron a otras provincias.
De acuerdo al último Censo Nacional Agropecuario de 2002, en Mendoza existen 3.727 explotaciones que incluyen a pequeños y grandes productores dedicados a la horticultura. Este es el único dato disponible hasta la actualidad. Pero tomando distancia de las cifras la realidad habla por sí sola.
Sólo un recorrido por la zona conocida como “cinturón verde” basta para conocer la situación de quienes dependen de reducidas parcelas. Aquí, en la principal zona agropecuaria de Mendoza -integrada por distritos rurales como Los Corralitos, Kilómetro 8, Los Álamos, Fray Luis Beltrán y La Primavera- es posible conseguir una jaula de lechuga a 12 pesos, una docena de repollos por 5 pesos o doce atados de acelga a dos pesos.
Juan forma parte de ese grupo que no se sumó al reclamo, pero que sí sufrió las consecuencias del paro. Al igual que él otras tres familias viven en una finca de 15 hectáreas ubicada en La Primavera (Guaymallén), donde priman los cultivos de repollo, papa, choclo, zapallos y lechuga y acelga. Luego de cuidar y cultivar su fracción las hortalizas son comercializadas a los mercados cooperativos del departamento y verdulerías de barrio.
Sin embargo, hoy el hombre lamenta las consecuencias de no haber podido vender su producción. “Los repollos se parten solos, se pasaron. Nadie nos los compró, así que ya no sirven”, explica mientras señala los 200 surcos de vegetales. En su parcela crecen unas 50 mil plantas de repollo por mes que tardan cinco meses en estar listas para el consumo. A las pérdidas también se sumó el segundo corte de zapallo coreano. Y como si esto fuera poco, las últimas lluvias colaboraron a arruinar la plantación de lechugas. “Hasta que termine la cosecha no podremos saber cuánto perdimos”, dijo. La inflación también afectó los precios de los fertilizantes: si antes el costo por unidad era de 100 pesos, hoy su valor supera los 150 pesos.
Para José Moreno (73) la medida de fuerza fue justificada. Opina que “el agro, a pesar de ser una fuente de trabajo, siempre está al último”. Pero al analizar su situación particular José menciona que tuvo que utilizar para semillas los 2 mil kilos de chauchas que pensaba comercializar en Santa Fe. “El tomate también se perdió. Algunos alcanzaron a venderlo a las fábricas para hacerlo salsa”, explicó. Al igual que muchos otros productores, él heredó de sus padres pequeñas fracciones de tierra en la zona de Kilómetro 8 y estos las recibieron de sus abuelos. Tal vez por eso, para él la vida no existe sin sus cultivos.
El bloqueo de los caminos también afectó a las empresas de empaque y distribución, que no pudieron trasladar las verduras a otras regiones del país. José Brenot (42) se dedica a esta actividad desde hace diez años. En un galpón de Los Álamos, los frutos son embalados por doce empleados y cargados en camiones con destino a Chaco y Corrientes.
El hecho fue la semana pasada una vez en camino dos camiones cargados (en total llevaban más de 50 mil kilos de tomate) tuvieron que regresar después de cuatro días de estar varados y por lo tanto toda la mercadería tuvo que ser desechada. Esta situación, significó al emprendimiento un déficit de 40 mil pesos que no podrán recuperar. “Creo que los productores tenían razón, pero no estoy de acuerdo con la forma de reclamo. Esto nos afectó a los que no teníamos nada que ver”, aseguró José.
http://www.losandes.com.ar/notas/2008/4/6/economia-352848.asp
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