En realidad sólo quería decir eso. En realidad, la vida es, pongamos por ejemplo, una manzana. Entonces, uno la mira, la toca, l e hace fiestas, la besa, le habla tal vez hasta dibuja manzanitas imitándola. La quiere así, manzana, rica, pulposa, viva, indescifrable, sabia. Si la quieren romper, si viene un bicho, por ejemplo, un yanqui hijo de puta, para ser más precisos, a matarla, ya no se puede hablar así nomás de la manzana. Hay que matar el bicho, es necesario odiarlo, destruirlo. Es casi obligatorio decirle hijo de puta decirle yanqui hijo de puta todos los días, religiosamente, y encontrar la manera de acabarlo. Por amor a la vida, simplemente. En realidad tal vez no me he explicado bien. Si uno tiene, pongamos por ejemplo, un amor, una cosa que le anda por la piel por todas partes. Digamos Buenos Aires. Digamos un octubre, un poema, una muchacha. O digamos la esquina de Nazca y Tequendama los domingos, a las seis de la tarde. (Estoy casi seguro que había una esquina así en Sant...