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Acá estamos, diciendo estas cosas

Al menos curioso me pareció el hecho de ver unas 60 personas comandadas por Cecilia Pando ayer a la espera del discurso de la PresidentA Cristina junto a los Empresarios Exportadores del campo argentino...la clase media pronta con sus cacerolas debiera reflexionar acerca de quienes son y han sido estos "pobres señores del campo"...
lamentable -como siempre- la actitud de arenga de la líder de la Coalición Cívica Libertadora Doña Laura Ingalls.

(la foto corresponde a los verdaderos "pequeños productores" del campo)

El golpe está vivo:

Por Eduardo Aliverti
Marzo 2006, editorial del programa radial Marca de radio.

En cada idiota que pide mano dura para acabar con la inseguridad urbana, como si las causas del delito no fueran estructurales y, otra vez, se tratase de arreglar las cosas a sangre y fuego, el golpe está vivo.
En el registro de que no hay una clase dirigente de edad intermedia con cojones y eficiencia patrióticos, porque desaparecieron y asesinaron a los mejores cuadros técnicos y militantes, el golpe está vivo.
En cada dólar de la deuda, cuyo crecimiento geométrico nació con la dictadura y que sigue condicionando a, por lo menos, la próxima generación de argentinos (más allá del golpe de efecto de haber cancelado las facturas del Fondo, que son una mínima parte del total) el golpe está vivo.
En el atraso científico y tecnológico de la Argentina, porque una enorme porción de sus hombres más brillantes no tuvo otra ruta que un exilio del que la mayoría no volvió, el golpe está vivo.
En los estúpidos que confunden a los piqueteros con el enemigo, como se lo confundió hace 30 años, el golpe está vivo.
En esos amplios sectores desconcientizados de la clase media, que después de fantasear con las divisas baratas y los viajes al exterior del cuarto de hora milico volvieron a hacerlo con el amanuense milico Domingo Cavallo, y que volverían a equivocarse una y otra vez, el golpe está vivo.
En los periodistas y en los grandes medios de comunicación apologistas del golpe, intelectuales del golpe, escribas del golpe, y capaces de no ensayar ni tan sólo un atisbo de arrepentimiento en 30 años, el golpe está vivo.
En las cúpulas eclesiásticas que bendijeron las armas y las torturas y las descargas de 220 voltios en la vagina de las embarazadas, tan preocupados los monseñores y su séquito de miserables por el derecho a la vida, el golpe está vivo.
En las mafias policiales, que no reconocen su origen pero sí su desarrollo en aquellos años de repartir el botín de las casas de los secuestrados, el golpe está vivo.
En los votos a Rico y a Patti; en los votos a los candidatos empresarios que vieron crecer sus empresas en la dictadura, gracias al extermino de las luchas sindicales y a los negocios con los asesinos; en los votos a todas las crías milicas disfrazadas de intendente, diputado o senador, el golpe está vivo.

En la explotación agropecuaria concentrada en unas pocas y monumentales manos, el golpe está vivo.
En una Ley de Radiodifusión firmada en 1980 por Videla y Harguindeguy, y vigente 30 años después, el golpe está vivo.
En la desprotección gremial, en el trabajo precario, en la desarticulación del tejido social, obras todas paridas por los monstruos de 1976, el golpe está vivo.
En cada oprimido que reproduce el discurso del opresor, en cada pobre y en cada pobre diablo que se enfrenta con otro pobre y con otro pobre diablo, el golpe está vivo.

Como tampoco se trata de tener una visión tragicista de la historia, porque eso implica abonarse a las profecías autocumplidas de la derrota y la única derrota asegurada es la de los pueblos que se resignan y no toman nota de sus conquistas, a 30 años corresponde, también, decir que en muchos aspectos estamos mejor.
Ya no se violan los cuerpos así como así.

Ya no tienen forma de hacer sin más ni más lo que les venga en gana.

Ya los argentinos demostraron que tienen reflejos de resistencia activos y eficaces, contra el andar impertérrito de la clase dominante, muy por encima de cualquier sociedad latinoamericana.

Ya siguen sin articularse los espacios populares, y algo de eso se reflejó el viernes en el acto de la plaza, pero la derecha tampoco tiene partido y, menos que menos, partido militar.

Ya tanto diputado y tanto senador no tiene la ocurrencia de continuar como si nada con su papel de oscuros gerentes del sistema: les cuesta, los putean, los ignoran, y de hecho es mucho más lo que se interpela desde la calle que desde sus edificios lamentablemente casi inútiles.

Ya la policía se cuida mucho más de lo que sus deseos le estimulan.

Ya los milicos no existen, que no quiere decir que los sectores del privilegio hayan renunciado a la violencia como última instancia pero sí que no les es tan fácil imponer condiciones.

Ya hay mucha calle y mucha plaza que lleva el nombre de desaparecidos.

Ya hay la anulación del Punto Final y la Obediencia Debida, y quizás de los indultos.

Según quiera verse, a 30 años todas esas conquistas pueden parecer caca de paloma.
O bien una epopeya de los imprescindibles, visto que acá a la vuelta supo estar prohibido "El Principito", y quemados libros en pira pública, y exterminados y torturados y exiliados decenas de miles de argentinos. ¿Cerramos en que las dos cosas son ciertas?

Y que tomamos la segunda para decirles a los asesinos y a sus mandantes:
pudieron, pero no del todo. Tan no del todo que acá estamos, diciendo estas cosas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Excelente nota.
nunca tan vigente como hoy, dia posterior a la patetica asonada de la clase media alta porteña que sin entender como o porque se autoconvoco en supuesta defensa del campo, ese campo mediocre, concentrador, latifundista y monopolico que se queja por ganar menos y cuyo compromiso social se reduce a peones en negro, empleados devenidos en pequeños propietarios hambreados y una riqueza fabulosa historicamente protegida por casi todos los gobiernos.
Saludos a todos esos cerebros amebosos de aquellos que votaron a Macri y ayer con sus cacerolas quisieron empezar un golpe de Estado.
No se confundan, la Plaza es de la gente, del pueblo, no de una minoria privilegiada. Sigan mirando a Tinelli.

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