Lo veía a Andahazi en la edición de 678 , si muchachos, lamento mucho, pero no me flagelo viendo A dos toses ni en pedo. Lo veía, digo, repetir una y otra vez, intentando convencer, subyugar, doblegar a un Horacio González, que con calma solemne y estoicidad franciscana escuchaba, sin bajarle la mirada ni un instante, que la discusión estaba perdida. Sin embargo, bien se muestra que en todo caso podríamos hablar de tablas, puesto que el propuesto mártir de la “inquisición K”, eligió hacer un discurso moderado y no el de barricada neoliberal insoportable al que suele apelar, y terminar reconociendo el gesto de Cristina, enarcando la ceja ante los aplausos que sacó la sola mención de la primera mandataria. Habitaba en Andahazi, una especie de posesión demoníaca, digo, hay que ver que el devenir histórico de la derecha vernácula deba recurrir a él, en lugar de un Sebrelli o un Aguinis, o finalmente un siempre engolado, aunque ahora desbigotado, Asís. Y quería su victoria, para o...